"CAMINANTE NO HAY CAMINO"
El relato a la Última Cena nos encontramos dos planos, dos despedidas se superponen: la despedida para morir y la despedida para ascender al cielo. Nos alejamos del día de Resurrección y vislumbramos el final: la ascensión al cielo y la venida del Espíritu.
Pero, sí, estas palabras de Jesús salieron del Cenáculo, en la víspera de su muerte se escucha las palabras de despedida, “Yo me voy al Padre”, pero también de proyectos y promesas: “Voy a prepararos sitio, y volveré, y os llevaré conmigo”.
Sólo les pide una cosa: la fe y la confianza.
Son las últimas palabras antes de morir. Suenan a testamento. Es la hora en que se dice lo más importante, sólo lo esencial, lo que queda grabado para siempre, solo queda detrás la
traición de Judas y el anuncio de la negación de Pedro.
La duda y la turbación de los discípulos se manifiestan en las intervenciones de Tomás y Felipe. No saben a dónde va Jesús, no saben el camino, no saben cómo conocer al Padre del que tanto les habla y Jesús intenta enseñarles. Comienza por su relación con Dios Padre: “Yo estoy en el Padre y el Padre en mí”. Por eso puede hacerles ya la gran promesa: “los llevaré conmigo, porque donde yo estoy quiero que estén también ustedes”. A pesar de todo, el hombre pregunta “¿Cómo podemos saberlo?”.
Por fin, Jesús desvela la clave: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Él es la palabra, la revelación de Dios. Sus obras le delatan porque cumple en su vida el proyecto que Dios le encomendó.-
Pero a pesar de sus enseñanzas, de sus manifestaciones Jesús no logra hacerse entender que él es camino al padre y que el rostro de Dios es Jesús, porque Dios se manifestó en él, y el “verbo se hizo carne y habito entre nosotros”
Pecadores y todo, nunca se apaga en nosotros la llama del Dios que nos habita, buscamos la luz de su rostro. Su bondad y su amor nos envuelven. Al final, Jesús nos llevará a esa casa del Padre, donde nos ha preparado el sitio. Esa sí que será la “casa encendida”, el hogar de los hijos.
La cosa será más fácil si hacemos de Jesús nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Pero esto sólo se alcanza en el “encuentro personal” con Jesucristo. Cristo, en el centro y lo primero del vivir cristiano. Por ejemplo: porque Cristo es camino, imitamos su estilo de vida, sus ideales, su sentir, su sufrir. La moral, los mandamientos vienen en segundo lugar. Porque Cristo es la verdad, vemos la belleza del conocimiento de Dios y la luz que irradia su mensaje, no tengamos miedo y aceptemos las verdades pequeñas de otras culturas porque es la misma fórmulas de la fe y del catecismo. Porque Cristo es la vida, comemos el pan de vida y bebemos el agua que purifica la vida eterna.
Ahora nos toca convertirnos, nosotros también, en camino hacia Dios, en resplandor de Jesús para los hombres, que dudan y preguntan y a pesar este camino puede quedar oscurecido a causa del pecado de hombres y mujeres de la Iglesia, Pero, incluso así, hemos de gritar a todos que Jesús está por encima de las miserias de sus discípulos, que con él sí hay camino, que él nos acompañará hasta la muerte, que, al fin, “siempre nos quedará Jesús”
“Leonardo”
Que viene el Espír
